Por debajo de nuestras posibilidades

La ignorancia es atrevida, pero más si está remojada en alcohol. Lo comprobé en persona la semana pasada cuando, en el transcurso de una animada comida corporativa, mantuve un debate intenso sobre las responsabilidades derivadas de la burbuja inmobiliaria con un tipo que sabe de economía como 100 veces más que yo. O 200 veces, vete a saber. En realidad ninguno estaba en desacuerdo con lo que mantenía el otro en lo básico, aunque discrepábamos en los detalles accesorios. El meollo del asunto estaba en que él, hombre de conocimientos y cauto ahorrador, defendía que buena parte de la culpa de estar en la situación en la que nos encontramos la tienen aquellos ciudadanos que se sobreendeudaron en épocas de bonanza sin tomar precauciones. Sobremanera le irritaban aquellos que aprovecharon que el banco les daba más financiación de la necesaria para adquirir un piso y se compraron un coche. Uno alemán, concretamente. También eran especialmente culpables quienes teniendo vivienda y recursos ajustados se compraron un segundo piso con el mero objetivo de especular.  Estoy de acuerdo. Ese tipo de gente es la que te lleva a la ruina por ignorancia, osadía o una mezcla inestable de las dos cosas. Pero yo distingo (y él también lo hacía, pero ahora hablaré de mi opinión), además, otros tres agentes implicados que tienen tanta o más responsabilidad en este desaguisado. A saber:

1) Los bancos que dieron créditos incluso/sobre todo a quienes no podían permitirse pagarlo.

2) Los ciudadanos ahorradores y prudentes que -como mi interlocutor o yo mismo- no se sobre endeudaron y fueron prudentes, pero que no fueron al banco a decirle al director de turno «por qué dejas mi dinero a gente insolvente, ¿no ves que nos lleva a la ruina? ¿Qué gestión estás haciendo de mis ahorros?»

3) El Gobierno. Y en este punto me detendré.

Personas tan cualificadas como para gobernar un país nos dijeron por activa y por pasiva que España vivía un milagro económico. El Presidente Aznar y su Ministro Rato nos hicieron creer que la bonanza no era coyuntural, sino estructural, y aún hoy lo mantienen cuando niegan la paternidad de la burbuja inmobiliaria. «El milagro económico soy yo«, llegó a decir Aznar, antes de ver la gran bola que se estaba formando. Después señaló como responsable a Rato. Incluso el Presidente socialista Zapatero se apuntó al carro de la España emergente, asegurando que el país estaba en la Champions League de las economías europeas y que pronto alcanzaría el poderío per cápita alemán (en 2010, auguraba ZP). Personas tan cualificadas como para gobernar un país en claro avance económico aseguraron que no era un sueño; que era real; que no había trampa ni cartón. Personas tan cualificadas como para gobernar dejaron que la economía siguiera creciendo gracias al endeudamiento privado, dejando ver, o incluso asegurando, que nuestra economía era sólida y su fortaleza duradera. Por activa o por pasiva, personas cualificadas como para gobernar nos invitaron a formar parte del sistema mediante la adquisición una vivienda a través de un crédito hipotecario. Con beneficios fiscales para los compradores. Con planes de ahorro para la compra de pisos. Liberando suelo para la construcción. Dando el visto bueno a las obras. Personas tan cualificadas como para gobernar nos dijeron, por activa o por pasiva, por exclamación o por omisión, que podíamos fiarnos de la economía española. Nos dejaron ver que podíamos ser alemanes. Que el sistema era incorrupto. ¿Por qué no nos íbamos a endeudar si todo era perfecto, el marco era incomparable y nuestra economía era milagrosa?

Una de dos: o esas personas no estaban lo suficientemente cualificadas como para gobernar, o nos mintieron a todos. Y en cualquiera de los dos casos, son responsables directos de que miles de personas se embarcaran en la aventura de comprarse un piso gracias al crédito que los bancos poco menos que les metían por los ojos. Son culpables directos. Y lo son indirectos de los desahucios. Y bajo ningún conceptos ni ellos ni sus herederos políticos tienen autoridad moral para decirle a nadie que ha vivido por encima de sus posibilidades. Más bien se podría sentenciar que son ellos los que gobiernan por encima de sus posibilidades. Y si pretenden defender su honestidad con el argumento de que los afectados por los desahucios deberían haber conocido un poco mejor el procedimiento hipotecario español y la coyuntura económica europea, les diré que entonces esas personas tan cualificadas como para gobernar son responsables de mantener el peor sistema educativo de los países desarrollados y parte de los no desarrollados. Son culpables no sólo de mantener un pésimo sistema educativo, sino también de empeorarlo en cada legislatura utilizándolo como arma arrojadiza contra el partido de la oposición de turno.

Sea como sea, de una cosa sí somos culpables los ciudadanos: de votar por debajo de nuestras posibilidades

Naturalmente, todo esto no se lo solté a mi interlocutor en nuestro debate de mesa, mantel y vino tinto, porque cuando se comparten ideas con una persona que acumula ingentes conocimientos y los transmite de forma amena, amable y didáctica, lo único que uno puede hacer es escuchar y aprender. Gracias por la lección.

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