El deseo

Si pudiera pedir un solo deseo, solo uno y nada más, pediría estar de vuelta de todo. Lo que se viene llamando estar curado de espanto, vamos. He llegado a la conclusión de que el único modo de mantener una vida llevadera -no digo tranquila, sino soportable- es asumir los surrealistas desvaríos que nos golpean día a día como si éstos fueran una farsa, evitándonos, en todo caso, la tragedia que supone digerir tales patéticos acontecimientos cotidianos cuando se experimentan o se conocen por vez primera. No es marxismo sino darwinismo: para sobrevivir en este mundo nuestro cerebro debe evolucionar para asimilar como bromas determinados aspectos de la vida social humana, como la corrupción, la mentira, la manipulación o el engaño, entre otros.

 

Demostrado está (y los corruptos y/o políticos de medio pelo lo saben y lo aprovechan) que somos incapaces de reaccionar ante una tormenta de escándalos. Un caso aislado, por ejemplo, de corrupción sí podría levantar nuestra iras contra el/los culpables; un episodio concreto de incumplimientos del Gobierno sí podría soliviantar a la ciudadanía; un suceso espontáneo relacionado con el robo multimillonario de dinero público sí alcanzaría a sacar al populacho a la calle; una privatización concreta sí nos levantaría del sofá para defender la propiedad de todos, pero un bombardeo de despropósitos como el que nos viene arrasando durante los últimos años, un bucle de corruptelas, ajustes, robos, asolamiento y mentiras que nos azote como un tsunami sin fin, está comprobado que nos deja anestesiados frente al televisor/receptor de radio/periódicos/internet, incapaces de asimilar tanta desfachatez, descaro, latrocinio, pillaje y/o estulticia humana. Y si estoy equivocado, no sé que estáis haciendo leyendo este texto en lugar de salir a la calle a reivindicar y protestar con una pacífica quema de corruptos.

 

Por eso querría estar de vuelta de todo. Para, en lugar de quedarme adormecido en mi sillón, asumir esa ingente cantidad de información sobre desgracias y desgraciados como una farsa digna de la mejor tragicomedia al más puro estilo Borat. Para asimilar cada nuevo dato de corrupción política, monárquica o empresarial como una burla burda y soez urdida sin demasiado tino por algún pelagatos venido a más por obra y gracia del enchufismo santo; como un chiste gracioso de verdad en virtud del descaro irracional y surrealista del mediocre sujeto que lo protagoniza; como una broma que, de purísimo mal gusto, acaba convertida en sátira calificada como fino humor inteligente. Quiero estar de vuelta de todo para poder reírme por lo bajini, pero largo y tendido, de cada uno de los derechos sociales recortados, sí, pero sobre todo de las excusas que los políticos de medio pelo de turno nos dan para ejecutar tales medidas. Quiero descojonarme de risa cuando cualquier individuo insuficientemente cualificado para gobernar un país, pero con tonillo de sobrado de barrio pijo, me diga sin inmutarse que la privación de derechos fundamentales es por el bien de todos. Quiero reírme con esa atrocidad, sí, todos y cada uno de los días que me quedan de existencia en este estercolero.

 

Yo quiero reírme de todo eso. Quiero descojonarme. Por eso deseo estar de vuelta de todo. Para cagarme de risa con los blanqueos de dinero internaciones organizados por tramas de patio de colegio. Quiero soltar carcajadas con cada paso que se da hacia la desmantelación de la industria y en pos de convertir al país en un proveedor de servicios baratos. Llorar, sí, pero de risa al leer informaciones sobre que la crisis nos ha hecho quitar la mirada de la destrucción lenta pero inexorable del planeta. Poder reírme del planeta, joder, eso es lo que quiero. Del planeta y de sus habitantes, claro. De todos ellos, pero sobre todo de los que le echan la culpa de todo a la crisis; de los que confían en que un empresario de buen corazón les dé un puesto de trabajo; de quienes asumen que los que mandan saben más que nosotros y de los que creen que su vida puede mejorar gracias a la varita mágica de un iluminado.

 

Sí, amigos. Quiero estar de vuelta de todo para pasarlo en grande con el telediario y poder gastar dos horas en una siesta soporífera mientras actúan Faemino y Cansado. Quiero irme a la cama con dolor de estómago, no por el hambre, sino por la risa provocada por una jornada más llena de inmundicia. Sólo pido un deseo y es ese. No pediría ni millones de euros ni éxito ni fama porque no quiero vivir amargado. Quiero estar de vuelta de todo y lo quiero ya.